Capacha
El núcleo
central de la cultura Capacha se sitúa a seis kilómetros al noroeste de la
ciudad de Colima, en el estado mexicano del mismo nombre, aunque su radio se
extiende entre la Sierra de Jalisco y el valle de Colima. Una zona donde nueve
sitios arqueológicos tienen relación con el complejo Capacha. Elementos de la
cultura Capacha se han encontrado en Nayarit, Jalisco, Sinaloa, Guerrero,
Morelos, Michoacán y el estado de México. Fue la primera con rasgos complejos
que se desarrolló en la región, aproximadamente entre los años 2.000 a. C. y
1.200 a. C. La relación cerámica existente entre los tipos rojo zonal y rojo
guinda/crema, o las semejanzas entre las estatuillas encontradas en los
complejos arqueológicos de Capacha y El Opeño, revelan que existió una relación
cultural muy cercana. También hemos podido vislumbrar contactos con Sudamérica,
ya que la cerámica Capacha muestra ciertas similitudes con respecto a la
cerámica de la costa norte de Ecuador, la cerámica Valdivia, aunque esto al
igual que la fechas de carbono 14 debe de ser discutido a la luz de nuevos
avances teóricos, prácticos y metodológicos. De acuerdo con lo dicho por
Marshal Sahlins en su libro Las sociedades tribales, suponemos que la sociedad
Capacha tenía una organización tribal en la que la reciprocidad y los lazos de
parentesco, junto con la ideología eran fundamentales para unión de la sociedad
en momentos de grandes dificultades.
Chupicuaros
La cultura Chupícuaro se estableció alrededor
del 650 a.C, sobre las riveras aledañas a la confluencia de los ríos Lerma y
Coroneo en la región sur del actual estado de Guanajuato, constituyéndose como
un pueblo agrícola cuyo desarrollo tuvo una influencia notable en las culturas
teotihuacanas, toltecas y centro occidente.
La toponimia “Chupícuaro” se integra por dos vocablos de origen tarasco: “Chupicua” cuyo significado es “Color azul” y “Ro”, que quiere decir “Lugar”, por lo que el significado bien puede establecerse como “En el lugar azul”, de especial relevancia si se atiende a la importancia del color azul en el pensamiento cosmogónico indígena, asociándolo al concepto de lejanía en tiempo y espacio.
La cultura Chupícuaro es ampliamente conocida por la riqueza de su repertorio cerámico; sus colores brillantes, su iconografía, la variedad de sus formas y sus evidentes cualidades estéticas le infirieron gran personalidad. Su decoración se basa principalmente en un estilo de carácter geométrico donde una sola línea puede parecer demasiado simple como motivo decorativo, más no si entra en combinación con otras cuya única diferencia es el color, lo que deriva en la afortunada composición y combinación cromática tan característica en su decoración.
Ejemplos extraordinarios de la cultura Chupícuaro son las vasijas, objetos y figurillas antropomorfas que representan partes del cuerpo humano, cabezas, caras, piernas y pies, combinando técnicas como el modelado y el pastillaje.
El rojo que fue uno de los colores más usadosentre los antiguos alfareros, se combinó con otros colores, como el crema y el negro, los cuales, con el engobe y bruñido respectivo, dotaron a su producción alfarera de notable brillantez y gran firmeza tonal.
Una de las características más interesantes de la cerámica de Chupícuaro radica en la belleza de sus elegantes formas, cuya técnica de factura repercutió en el quehacer alfarero de las culturas ubicadas en la frontera septentrional de Mesoamérica, y hasta más allá de su propio tiempo.
“Chupícuaro, esplendor de una cultura”, es una muestra que testimonia el alto nivel de desarrollo alcanzado por esta cultura, más allá de las grandes construcciones, donde su refinamiento y enorme capacidad creadora quedo perfectamente plasmada en la innegable riqueza de su quehacer alfarero.
La toponimia “Chupícuaro” se integra por dos vocablos de origen tarasco: “Chupicua” cuyo significado es “Color azul” y “Ro”, que quiere decir “Lugar”, por lo que el significado bien puede establecerse como “En el lugar azul”, de especial relevancia si se atiende a la importancia del color azul en el pensamiento cosmogónico indígena, asociándolo al concepto de lejanía en tiempo y espacio.
La cultura Chupícuaro es ampliamente conocida por la riqueza de su repertorio cerámico; sus colores brillantes, su iconografía, la variedad de sus formas y sus evidentes cualidades estéticas le infirieron gran personalidad. Su decoración se basa principalmente en un estilo de carácter geométrico donde una sola línea puede parecer demasiado simple como motivo decorativo, más no si entra en combinación con otras cuya única diferencia es el color, lo que deriva en la afortunada composición y combinación cromática tan característica en su decoración.
Ejemplos extraordinarios de la cultura Chupícuaro son las vasijas, objetos y figurillas antropomorfas que representan partes del cuerpo humano, cabezas, caras, piernas y pies, combinando técnicas como el modelado y el pastillaje.
El rojo que fue uno de los colores más usadosentre los antiguos alfareros, se combinó con otros colores, como el crema y el negro, los cuales, con el engobe y bruñido respectivo, dotaron a su producción alfarera de notable brillantez y gran firmeza tonal.
Una de las características más interesantes de la cerámica de Chupícuaro radica en la belleza de sus elegantes formas, cuya técnica de factura repercutió en el quehacer alfarero de las culturas ubicadas en la frontera septentrional de Mesoamérica, y hasta más allá de su propio tiempo.
“Chupícuaro, esplendor de una cultura”, es una muestra que testimonia el alto nivel de desarrollo alcanzado por esta cultura, más allá de las grandes construcciones, donde su refinamiento y enorme capacidad creadora quedo perfectamente plasmada en la innegable riqueza de su quehacer alfarero.
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